Y DESPUÉS DE DECIRME AQUELLAS PALABRAS HORRENDAS...

HERMANO, AMIGO ; Reciban un afectuoso saludo en el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo;  quiero decirle que Dios es amor, y que si al hombre le suceden tantas cosas malas, es porque no quiere obedecer.

El testimonio que voy a narrar a continuación; primera vez que alguien lo va a saber.

Gracias doy a Jesucristo porque hoy a mis 59 años de edad, me ha dado la libertad , para que usted querido lector, sea advertido, de tantas cosas que suceden y quedan ocultas.

Siento verguenza, pero si quiere póngase de mi parte, porque yo solo tenía 7 años, como quien dice estaba despertando.

Dios lo guarde a usted , y a  mí de confesar con nuestros labios palabras inmundas, malignas, destructivas que siempre quedarán en esa mente de quién las escuche.

Me veo en el huerto de la casa de campo donde vivía con mi familia.

Dos amiguitas, un amiguito y yo todos mas o menos de la misma edad;  estábamos jugando; y perdóneme la repetición;  juegos prohibidos...por allí pasó mi tía Eucaris...

Mas tarde cuando llegué a mi casa; mi madre me encerró en una habitación; y me dio una paliza con una correa que quedó marcada en mis brazos, antebrazos, muslos, piernas....

Y después de decirme aquellas palabras horrendas:  me escapé por aquella ventana...o me dejó escapar...

Mi casa estaba situada a la orilla de la carretera;  por la parte de atrás de la casa se podía divisar:  la parcela de caña de azúcar,  y también el cauce del río Medellín continuando su recorrido.

Describo mi casa:   porque concluyo;  que tal vez por eso fue el impacto que produjo en mi mente; esas palabras horrendas, pronunciadas por mi madre una sola vez...

Sus palabras fueron:  si lo vuelve a hacer: 

la mato... la pico... la hecho en un costal...  la tiro al río... y le tiro piedras encima...  para que se hunda...

Hay Jesús perdóname todo lo mal que haya pronunciado con mis labios,quema con tu Santo Espíritu, toda impureza.

HERMANO, AMIGO:

Siempre estés vigilante con los juegos de los niños;  escuchalos:  ya sean niños, adolescentes, jóvenes o mayores,  no llores sobre lo que ya ocurrió,  busca una solución,  no eches cantaleta,  dedícate a tu familia, a tus estudios, a tu labor y sobre todo llena esos vacíos que hay en tu alma, en tu mente, en tu corazón:  buscando cada día la presencia de Dios,  y haciendo las cosas que son agradables a El.